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Fanfiction Zoro-Nami Cap06

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KURODA-Eiri's avatar
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Cap06 "Lo que Hicimos NO fue Amor"


-De dónde sacaste esa ropa?- preguntó aparentemente disgustado

-El qué? Esta? Jejejeje me la dejó la vieja bruja cuando curó mis heridas. Son muy bonitas, verdad?- sonrió

-No se diferencian mucho de otras que te has puesto antes.

-Hmp!- se enojó, dándole un sonoro capón en el cogote

-Iteee! PERO QUE ESTÁS HACIENDO?!

-ENSEÑARTE UN POCO DE EDUCACIÓN, POR EJEMPLO??!

-Ba-chan… Yo no les veo muy compenetrados aún… Seguro que…?

-Tranquilo. Tú les conoces, pero Don Barbo no. Además…- sonrió sin dejar de mirarlos, mientras ellos se peleaban a gritos.- …cuando no sabes cómo expresar lo que sientes, te enfadas y actúas del modo contrario a tus deseos e incluso a veces dices todo lo contrario a lo que deseas decir.

-……..

-Chicos!- llamó, haciendo que ambos reparasen en el alboroto y se indignasen cada uno hacia un lado.- Espero estar en lo cierto…- susurró para sí.

Nami miró de reojo, orgullosa, al espadachín de brazos cruzados que sacaba la mandíbula con desagrado.

-Tú también deberías buscar algo de ropa. No puedes ir todo el día medio desnudo, no crees?

-Y qué si lo voy? No pretendo quedarme demasiado en esta islucha de mierda.
-Zoro…

-Mnh?!- preguntó sin mirarla, como en un gruñido.

- Los…. Los demás….- susurró dubitativa.- Los demás no deben saber jamás lo que ha ocurrido aquí, estamos de acuerdo?- miró al suelo, rezando por que en las palabras de él no hubiera nada que pudiera herirla.

-Eso no tienes ni que preguntarlo.- suspiró aliviada, tomando valor para continuar la conversación.

-Jejeje Cierto. Estaba de más preguntarte. Que tontería.- rió
-Además…

-Eh?!- se quedó petrificada

-…ni tú ni yo deseábamos que eso ocurriera. Fue un descuido por nuestra parte, pero afortunadamente lo único que pueden provocar las mierdas que usan estos tipos es que las personas acaben perdiendo el juicio y dejándose llevar a lo que nunca harían.- el viento pareció detenerse, pero el frío se incrementó en sus articulaciones.- Dicen propiciar el amor, pero no es más que sexo.- sentenció

Nami sintió un fuerte dolor en el pecho y las lágrimas, deseosas de liberarla de la presión que ahogaba su respiración, luchaban por salir…. pero aguantó.

-Tienes razón.- agachó la cabeza, ocultando su rostro y apretando sus puños (uno contra su pecho)

"No debo llorar! No puedo!"

-Don Barbo está por llegar.- les comunicó la mujer.- Poneos en pie y sed vosotros mismos.

-Nosotros mismos?! A qué se refiere?! Dijo que nos ayudaría a engañarlos!- protestó él, mientras Nami se levantaba.

-Y así lo hago. Confiad en mí.

Se levantó también, pero cuando fueron a dar el primer paso (cada uno a su bola) Zoro tiró con su pie derecho del izquierdo de Nami, que no pretendía abrir tanto las piernas al caminar.

[nota: Zoro… las chicas damos pasos pequeños, al contrario que los hombres.]

-Pero qué…?!- se giró al sentir la resistencia de la chica y vio como la pelirroja se precipitaba de culo al suelo. La tomó rápidamente de la muñeca izquierda, sosteniéndola y deteniendo su caída.- Perdona, lo había olvidado.

-Serás…. CAMINA A MI RITMO, GILIPOLLAS!!

-Y POR QUÉ HE DE CAMINAR YO A TU RITMO! SIGUIÉNDOME A MI IREMOS MÁS RÁPIDO!

-Y QUIEN TIENE PRISA, PEDAZO DE BESTIA?! COMO LO FASTIDIES TODO..!!

-Me estás amenazando?!

-POR SUPUESTO QUE SÍ!

-PUES NO PIENSO AMEDRENDARME CON TUS AMENAZAS! ASI QUE CAMINA COMO QUIERAS QUE YO HARÉ LO MISMO!

-VALE!

-VALE!

De nuevo fueron a dar un paso (cada uno a su bola), pero esta vez fue Zoro quien cayó de bruces hacia delante, llevándose a Nami detrás. Frenó la caída con las manos, pero cuando la pelirroja cayó sobre su espalda dio de morros contra el suelo.

Espalda con espalda, Nami maniobró para levantarse, poniéndose en pie sin moverse, a la espera de que él también lo hiciera. Pero Zoro seguía sin darse cuenta de la nueva situación y movió su pierna para ayudarse en la tarea, haciendo que la pelirroja abriera demasiado las piernas y perdiera equilibrio de nuevo. El grito de ella lo alertó y se giró rápidamente para sostenerla, pero desde su posición en el suelo la cosa pintaba diferente. La agarró a la altura del codo y, para evitar que cayese hacia atrás, tiró de ella hacia delante, echándosela encima.

-Ah…- escapó de sus labios cuando supo donde había aterrizado.

Zoro estaba casi tumbado bocarriba con Nami echada sobre él y una única finalidad en común: sus pies presos. Las manos del espadachín la sujetaban de la cintura y las de ella reposaban en su pecho buscando apoyo. El color brotó en sus mejillas instantáneamente, mientras que él se quejaba de la caída. Con las piernas entrelazadas, Zoro fue consciente de la comprometida situación.

-Será mejor que nos pongamos de acuerdo…- susurró ella

-Si… será lo mejor.- respondió él, alzando el cuello para evitar, en la medida de lo posible, un enfrentamiento tan cercano.

-Lo ves?- susurró la mujer

-Pero… si siguen así, lo que se van es a matar….- temió Rupert

Llegaron a un lado de la plaza, apoyándose el uno en el otro sin dejar de mirar sus pies. Un alboroto se hizo entre las gentes y vieron a una mujer de pelo largo, y negro como el carbón, abrirse paso.

-Esa debe de ser…- susurró Zoro

-…Hiesaku…- terminó ella

Los aldeanos la miraban con rechazo o con lágrimas en los ojos. Al parecer, aquella chica sentenciaba realmente su destino aquella tarde.

Por el camino más henchido, hacían acto de presencia varios hombres que cumplían perfectamente las características de "piratas invasores".

-Ahí están.- susurró Zoro, tomando su espada discretamente.

-Oye tú!- susurró alterada Nami.- Qué es lo que piensas hacer con eso?!
-No lo sé, pero por si acaso tengo que utilizarla, que es lo más probable, mejor ve haciéndote a la idea.

-Eh?!- temió- Es que acaso piensas llevarme arrastras?

Los piratas tomaron la plaza, de frente a la mujer que parecía ser Hiesaku. Un hombre en concreto se posicionó en el centro de ellos, mirando a la mujer.

-Es guapísimo…- susurró Nami.

Zoro miró a la pelirroja con sorpresa y enojo, pero apagó lo que había brotado en su interior al momento, centrándose en la escena que predominaba en la plaza.

Aquel hombre no tenía el aspecto ridículo de los que habían atacado el Alma de Merry, llevándoselos consigo. Era apuesto, aparentemente fuerte, y llevaba ropas discretas que recordaban a las de la antigua nobleza. Su pelo blanco contrastaba con el tono moreno de su piel y sus ojos brillaban rojos y profundos. A su cintura portaba una espada de exquisita empuñadura, seguramente un tesoro familiar de gran valor.

-Uyuyui….. y parece que tiene pasta!.- comentó de nuevo

-Se puede saber a qué viene eso?- protestó él en susurros.- Se supone que es el responsable de que estemos atrapados aquí. No puede tener nada de bueno.

-Lo que tú digas, pero si tengo que ser raptada y custodiada por alguien, prefiero que sea alguien tan guapo y bienavenido como él y no un estúpido espantapájaros chiflado.

-Mujeres …..

-Y bien…- su voz también resultó ser varonil y hechizante.- Has tomado ya una decisión, Hiesaku?- preguntó a la muchacha, la cual agachó la cabeza temerosa unos segundos, para luego alzar el rostro y mirarlo directamente a los ojos.

-Puedes hacer conmigo lo que quieras.- dijo ella, con una suave y femenina voz.- No me importa. Estoy cansada de vivir en una mentira. Nada hay en esta isla que pueda devolverme la esperanza.

Él la miró un par de segundos en silencio y cerró los ojos.

-Sea pues…

Uno de sus subordinados, enorme y redondo, fornido y armado con un hacha, dio dos pasos al frente echando atrás la afilada hoja.

-Mierda!- masculló el espadachín desenvainando

-Eh? Qué? Qué piensas hacer?!- gritó Nami, al ver como él se separaba lo justo y asestaba un corte certero a la unión de los grilletes, dividiéndolos.

El tiempo era un lujo inexistente, por lo que nadie supo lo que pretendía hasta que un chasquido que azotó el aire se hizo eco en todo el lugar y el brillo de dos hojas encontradas se clavó en sus ojos.

Las mujeres gritaron y los hombres expresaron signos de sorpresa e incredulidad. Don Barbo alzó las cejas con ligero interés.

-Qué…? QUIEN ERES TÚ?- preguntó el fortachón, ejerciendo fuerza en su arma, pero Zoro no cedió un milímetro, al contrario… sonrió con chulería.

-Me parece que te lo pasarías mejor conmigo.- dijo

-Cómo?!

El tipo deslizó su hoja por la del espadachín, generando un nuevo y violento chasquido, asestando una ola de nuevos golpes que fueron detenidos todos y cada uno de ellos. La ira comenzaba a agilizar sus movimientos e incrementar la presión. De nuevo quedaron mano a mano, pero Zoro tomó la alternativa y asestó un único golpe que desgarró al tipo por el costado.

La caída hizo temblar la tierra e incluso algunos pájaros alzaron el vuelo asustados. El espadachín mantuvo la postura, mirando directamente al albino que había presenciado la pelea sin alterarse en lo más mínimo.

-Será idiota! Qué pretende hacer ahora?! Íbamos a ganar tiempo hasta que llegasen los demás! Por qué tiene que ser tan temperamental?!- protestaba discreta Nami desde su sitio

-Vas a proteger a esa mujer, que quebranta las leyes de esta isla?- alzó el mandatario

-Más bien quiero proponer… un ligero cambio en dichas leyes.- se burló Zoro

-Lucharás contra todos mis hombres para lograrlo?

-Y por qué no mejor contra tí?- soltó prepotente

Don Barbo guardó silencio. No acostumbraba a topar con hombres tan fieros (o tan locos) como para declararle batalla directamente a él. Sintió rabia, pero al mismo tiempo curiosidad.

-No peleo con muertos.- dijo en un tono altivo, esbozando una sonrisa maliciosa.

-Qué quieres decir con es..Hhg!- un fuerte dolor afilado le atravesó el cuello.

-ZORO!!!- gritó Nami, quien había visto perfectamente como uno de los hombres de Don Barbo había atacado al espadachín con una cerbatana, temiendo que el dardo pudiera estar envenenado o algo peor.

-Qué es esto?!- reprochó Zoro, que sintió desaparecer sus fuerzas y hincó una rodilla en el suelo, clavando la espada como apoyo.- Un dardo envenenado? Acaso necesitas usar estos sucios trucos para enfrentarte a mí?!

-Te equivocas… No tengo ninguna intención de pelear contigo, pero visto que has atacado a uno de mis hombres y que con ello has infringido varias normas insalvables… pagarás con tu vida lejos del campo de batalla.

-Je…. deshonrándome…- apuntó sin perder su orgullosa sonrisa, sabiendo que el sudor resbalaba ya por su sien.


Don Barbo hizo un gesto y dos de sus hombres tomaron a Zoro y lo arrastraron hasta un extremo de la plaza. El espadachín respiraba costosamente, era como si sus órganos también se vieran afectados por el adormecimiento que le impedía mover articulación alguna.

Los aldeanos se arremolinaron a varios metros de la pequeña cruz clavada en que ataron a Zoro de rodillas, curiosos, pero pretendiendo ser discretos. Nami se hizo paso entre la multitud, tratando de pensar algo para detener lo que ya había escapado de sus manos. Entre la estrechez de dos hombres logró asomar la cabeza, viendo a Zoro de rodillas, atado con cuerdas en brazos y muñecas.

-No puede ser….- susurró aterrorizada.

El espadachín no perdió la calma y continuaba sonriendo con la cabeza gacha, sin sentir un solo músculo servible en su cuerpo.

"Ni siquiera dejará que muera de pie….." pensó, sintiendo coraje y resignación al mismo tiempo.

-Bien…. Ya que has matado a mi hermano menor…. Seré yo quien te indique el camino al infierno para que le mandes mis saludos.- vociferó otro grandullón que se puso frente a Zoro, a varios metros, de espaldas a los presentes.

Don Barbo observaba la escena de brazos cruzados sin mostrar expresión alguna.

El tipo portaba un hacha exacta a la de su hermano, pero la dejó a un lado para tomar un látigo de estrías, enrollándolo para luego sacudirlo contra el suelo. La brecha y el polvo dejaron claro que la fuerza de sus azotes debía ser sumamente dolorosa.

-Te torturaré con esto, hasta que quede plenamente satisfecho, y entonces…

-Déjate de tanta cháchara y empieza de una vez.- exigió Zoro, enfrentando su mirada con una amplia sonrisa, mientras que el sudor brotaba y respirar resultaba una dura tarea.

El tipo pareció colmarse de ira y sacudió el primer golpe.

-NOOOOO!!!!!- gritó desgarradoramente Nami, tratando de abrirse paso entre los hombres que tenía delante y extendiendo una mano hacia la cruel escena.

Los aldeanos esbozaron exclamaciones de todo tipo que se divulgaron por un aire roto.

Zoro tosió, ahogado por la sangre, tras varios azotes más de igual dureza. El tipo se detuvo unos instantes, para regocijarse con aquella visión del espadachín vencido y arrodillado.

Pero su sonrisa prevalecía.

-Ya te has cansado?

Un nuevo arranque de ira se descargó en una serie ininterrumpida de azotes, que daban por supuesto la muerte del muchacho cuando cesaran. Los aldeanos no creían que pudiera sobrevivir a aquello, pero la expectación era absoluta.

"Zoro!"


"..................Zoro!!!"

Nami luchaba por salir del tumulto que se agitaba, sintiendo que el escándalo atravesaba su cabeza como cien cuchillas. Los comentarios de aquellas personas, que parecían estar apostando cuánto tardaría en morir. Las distintas descripciones de su lamentable estado. Los gritos que avisaban que un nuevo golpe estaba por caer.

Las lágrimas comenzaron a brotar sin pausa, mientras su voz (que había desaparecido) iba deslizándose levemente como un susurro doloroso. Luchó por ver lo que sucedía, por verlo a él, pero sus brazos comenzaban a pesar cansados y la prisa parecía querer hacerla estallar.

Entonces escuchó que el látigo daba paso al hacha…. y el mundo quedó en absoluto silencio a su alrededor. Sus ojos no se movieron, pero las lágrimas continuaron surgiendo libres. El tiempo pareció detenerse por una eternidad silenciosa y se sintió desfallecer. Entonces…. Se hizo espacio entre las personas, el suficiente como para alcanzar a ver el arma arrancada del suelo. El sonido volvió a su mundo y el tiempo corrió veloz, empujando como nunca para conservar aquel espacio y abrirse paso por él.

Cuando consiguió estar casi del todo libre de la presión… sintió un dolor incontenible al confirmar que el estado del espadachín era incluso peor del que habían descrito.


Apretó los labios y lloró como nunca recordaba haberlo hecho.

Su rostro caído estaba sucio y empapadazo en sudor.

[…acarició su mejilla, sin dejar de clavar su mirada enternecedora en los ojos de este.- Pe… pero qué…?
-Pronto me recuperaré de mis heridas, así que mientras… procura mantenernos a salvo para que podamos escapar de aquí los dos juntos…]

Sus hombros… rasgados, al igual que sus brazos, parecían tan maltratados…

[-Es una locura!
Su mano libre se apoyó en su hombro desnudo, acariciando todo su recorrido hasta posarse firme.
-Acércate más….
-Jamás me…
-No me sueltes!
La tomó y besó, como el más sediento de los hombres…]

Su torso desnudo, desgarrado y teñido de un rojo vivo, inmóvil y muerto…

[En la penumbra, descubrieron la realidad del cuerpo del otro bajo la forma de piel dorada y deseable que nunca hubiesen imaginado.]

Su sonrisa, brava pero deshecha en la impotencia.

[…sonrió, acariciando los labios del espadachín con sus dedos.- Cualquier lugar es lo mismo, pero confío en ti. Eres fuerte… muy fuerte. Sé que no dejarás que nos hagan daño….]

"Zoro…."

[-Zoro…]

"Zoro…!"

[-Nami…]

-Zoro….- susurró, armándose de valor y de inconsciencia y librándose al fin de la masa que la mantenía presa.

"No dejaré que mueras….. No puedo permitirlo….! ZORO!"

Corrió hacia él, atravesando la plaza y los metros que les distanciaban. El espadachín alzó la vista a su verdugo, sin perder el temple y sonriendo hasta el final.

-Hasta aquí llegué.- afirmó sereno

-Vete al infierno…- selló el grandullón, asestando un brutal ataque hacia abajo con el hacha.

Nami se aferró a su cuello, haciendo que este se estremeciera y sus ojos quedasen perplejos. El cuerpo de ella había quedado completamente acoplado al suyo, de rodillas entre las piernas de él.

-Na…!- la imprevista intrusión de la pelirroja y los gritos de la mayoría le confundieron, dudando sin pausa como en un torbellino.

Miró al grandullón y descubrió al albino deteniendo el arma, con tan sólo su espada envainada y sin, aparentemente, esfuerzo alguno. Entendió en un segundo que su muerte no sucedería en aquel instante.

Las lágrimas de Nami, que ocultaba el rostro en su cuello y temblaba incesante abrazándolo, dio nuevos latidos a su corazón. Un sollozo, tan desgarrador y tan leve. Era la niña más desconsolada del mundo y sin duda estaba aterrada.

-Nami….! Qué has…?

Ella tragó saliva, sollozando un par de veces más, y respondió sin tomar aire, apretando su agarre con fuerza.

-NO QUIERO QUE MUERAS!!!

-Qué…?

-NO PUEDO!!….. Sé que pronto vendrán los demás, así que… NO PUEDES DEJAR QUE TE MATEN, ZORO!!

-Por….. qué?- preguntó, preso del desconcierto.

-Don Barbo, qué….?- dijo el grandullón, pero su jefe no apartó los ojos de los jóvenes arrodillados. Ni siquiera se dignó a responder.

-Co… Cómo se te ocurre?...- sonrió el espadachín, quitándole importancia.- No habrías evitado mi muerte…. habrías sumado la tuya.- Nami continuó sollozando con el corazón encogido. Se apartó lentamente de él, dejando resbalar su rostro por el del espadachín que se encontró con sus ojos perplejo.

Ella lo besó en los labios y mutuamente profundizaron aquel beso hasta el punto en que Zoro tiró de sus brazos contra las cuerdas, acusado de un terrible deseo de abrazarla. La pelirroja se separó despacio, sosteniendo la cara del espadachín con sus manos y mostrando unos ojos colmados de lágrimas.

-Te quiero….- susurró, rompiendo en llanto de nuevo

-Nos vamos.- sentenció Don Barbo.

-Pero qué…?

-Nos…- lo miró serio.- ….vamos.

-S…s….si, Señor. Lo que usted diga.

Los piratas abandonaron la plaza en medio del silencio de las gentes que no salían de su asombro.

Zoro miraba perplejo a la muchacha, como si hubiese escuchado lo más increíble del mundo. Sintió un cálido despertar en su pecho, que quiso darle la humildad de llorar a alguien que jamás ha esperado semejante cosa, pero aún no asimilaba lo escuchado. No lo podía creer.

Nami lo besó sin volver a mirarlo, manteniendo sus ojos cerrados, posando sus labios sobre los inmóviles del espadachín.

-Te…- susurró en la boca de ella, que quedó quieta y abrió los ojos.- Hugh!!- se quejó, pues el dolor de sus heridas lo azotó de golpe con una pequeña vuelta de la sensibilidad a su cuerpo.

-ZORO!!- se preocupó ella, buscando sus ojos, buscando algo que le dijera que estaba bien.

-Je… tranquila… Sólo me duele un poco.- sonrió como de costumbre, devolviendo la sonrisa a la chica que ya creía olvidada la fuerza que surgía de esa expresión.

Rupert se acercó a ellos apresurado, cortando las cuerdas y haciendo a un lado a la pelirroja para cargarse al espadachín en su hombro. El muchacho castaño que habían conocido aquella mañana llegó pronto para ayudar por el otro lado. Varios hombres más se acercaron para ayudar. Nami vio como lo cargaban y se lo llevaban, siguiéndolos apresurada y dándose cuenta del silencio casi absoluto que gobernaba la plaza. Pero aquel leve silencio, aquellos escasos comentarios susurrados que fluían…. ya no la aterraban. Respiró profundamente, como creía olvidado que se podría respirar y siguió a los hombres hasta la cabaña.
Capítulo emocionante, donde al fin conoceremos al famoso pirata que tiene presos a todos los habitantes de la isla.
Emociones TokiDoki garantizadas XD
© 2011 - 2024 KURODA-Eiri
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RukiaSnape's avatar
no me puedes hacer esto!!!!!!!

continuala, por dios.es buenisima. me encanta.

si necesitas ayudao algo yo te ayudo, pero por dios continua!!!